Pase Usted, La Movilidad

Presentación en un Turibus la noche de ayer (17 de marzo de 2011 a las 8:30pm)… Lagartijas tiradas al sol, invitados por el equipo de Pase Usted (www.paseusted.org):
Esto fue lo que dijimos, (L es la voz de Luisa y G la de Gabino)
L: Ayer en la tarde estuve dentro de una máquina de resonancia magnética durante 60 minutos, sin poderme mover;
pensé y dormí, tuve tiempo de sobra para sentir la necesidad de huir de esta situación, de querer que este daño en mi cuerpo se borre, o desear que no exista, que como por arte de magia desaparezca. Que esto no me hubiera sucedido a mi.
G: Por el cielo cruza una bandada de patos. Mantienen una estricta formación en forma de flecha. ¿Quién les ordena que vuelen así? ¿Quién les enseñó? ¿Hay algún pato que sea el director? ¿Es cierto que volando así, cada ave tiene que realizar menos esfuerzo? ¿Los animales generan orden porque sus motivaciones coinciden? ¿Migrar, sobrevivir?
L: Tengo medio rota la espalda. Hay algo en mí que no funciona, y ya no puedo correr sin que me duela, ni barrer, menos saltar.
Parece que no es tan grave como lo cuento, que sólo es una patología de disco que me está colapsando las vértebras y los nervios… a veces colapsa un poquito mi confianza, mi movilidad.
G: En el siglo 1 d.C. Séneca empezó su libro “De vita Beata” con la siguiente frase: “Todos quieren vivir felices”. El proyecto de la felicidad es individual, pero solo puede cumplirse con los demás, de ahí nace lo que Sófocles llamó nuestra “furia constructora de ciudades”. Incompletos y débiles. Edificamos ciudades para que a su vez ellas nos edifiquen a nosotros.
L: Estaba dentro de la máquina y me quedé dormida.
Soñé que iba en bicicleta por el estacionamiento del Estadio Azteca y atrás de mi venían mi perro y el de Juan, y estábamos bien contentos sintiendo el aire.
Soñé que andaba en patines por calzada de Tlalpan y me agarraba un aguacero, pero no pasaba nada, ni con la lluvia, ni
con los autos, ni con los micros; en mi sueño, la ciudad era la ciudad perfecta para patinar, plana, sin hoyos en la calle, con conductores corteses y civilizados.
G: Aristoteles decía que una ciudad donde el alcalde no conociera a toda su gente por su nombre era demasiado grande para ser gobernada.
Hoy más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Es decir unos 2000 millones de personas.
Construimos ciudades por la necesidad básica de vivir cerca unos de otros, de formar una comunidad para, en teoría, buscar objetivos comunes. ¿Es la felicidad un objetivo común? ¿Qué es la felicidad?
L: El doctor me despertó para ponerme una inyección y poder contrastar las placas de la resonancia. Y me dijo una vez más que no me moviera para nada.
Y el aparato hacía mucho ruido, como de alarma de banco, como de claxon, como de perforadora de concreto. Para entonces me dolía el cerebro, las piernas, las nalgas.
Me entró la desesperación por moverme.
Y me volví a quedar dormida.
G: En teoría a partir del modo de vida que queremos conseguir, inventamos el cimiento que permite edificarla. Sin embargo el ideal de progreso se ha visto rebasado por la realidad. Las ciudades no se convirtieron en ese espacio privilegiado para la interacción humana. Ni en el medio de conseguir objetivos comunes. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué había en la modernidad que salió tan mal? ¿Por qué nuestro sueño de gran movilidad, se convirtió en una pesadilla de parálisis?
L: Soñé que estaba en una obra de teatro donde corría muchísimo por el escenario y me podía subir a las paredes y correr sobre ellas, en posición casi horizontal. Y gritaba ah, ah ¡Bájense autómatas¡ bájense autómatas… y los espectadores desde el principio estaban muy despiertos y nos poníamos muy locos, nos veíamos a los ojos y construíamos una fuente de sudoración colectiva y el aplauso fueron un montón de carcajadas. Un movimiento que partió como de mi vientre me estremeció, ahora que lo pienso, no sé si me moví en el sueño o dentro de la máquina…
G: Desde finales del siglo pasado, nuestro imaginario espacial vivió transformaciones espectaculares, que se deben a la inmediatez de las telecomunicaciones y de las tele presencias, a la intensificación de los desplazamientos, a la globalización de los bienes y signos culturales: el espacio se achicó. Nunca el mundo estuvo tan comunicado y sin embargo jamás habíamos estado tan aislados.
L: El 16 de diciembre del 2010, estaba cruzando cumbres de maltrata a la altura de xola, lentamente, no vi ningún coche y pensé que estaba segura… de repente, un golf color rojo dio la vuelta muy rápido, y no me vio, y cuando me vio ya fue muy tarde, frenó, me atropelló… Tum, Tum… Adiós para siempre a mi columna vertebral sana…
G: ¿Dónde nos encontraremos en las ciudades del futuro? ¿Podría desaparecer el espacio público? ¿Cómo generaremos experiencias colectivas? ¿Cómo y donde se gestarán los intercambios? ¿Cómo vamos a buscar la felicidad?
L: Tuuui tuuugui tuuuguii tuuuuuu tep tep tep tep pa pa pa pa paaaa…
Tengo la boca seca, ahhh, trato de abrirla, pero está toda pegada, cómo sucedió? Debería estar respirando por la boca… y de pronto las alarmas, las sirenas? y las paredes entre todos mis costados y el mundo… alarmas, paredes, sirenas… tuuuguii, traje mis patines?
G: Según Wilhelm Schmid, la búsqueda de la felicidad no es otra cosa que la búsqueda de sentido.
Y eso es para nosotros el teatro, una narrativa que produce conexiones mentales, es decir: sentido. No importa si son reales o ficticias: en ambos casos nos protegen de la experiencia inescrutable de la falta de sentido. Y eso es el teatro, un lugar para producir sentido, un lugar para acortar distancias, para ejercer la responsabilidad, para vernos los unos a los otros. Para movernos de donde estemos.
L: Desperté.
La máquina se empezó a mover siguiendo su costumbre ruidosa, alarma de banco, claxón, perforadora de concretro, la ambulancia y la sirena en mis recuerdos… luego entró energéticamente el doctor para decirme que era todo.
Salí caminando del lugar, Las cosas son lo que son y, además son las posibilidades que la inteligencia descubre en ellas y me encontré con mi novio que me compró una bolsa de brinquitos para que me sintiera un poco más feliz.