Me he estado sacudiendo esa palabra

Me he estado sacudiendo esa palabra,
un breve texto a partir de Vivir sin nada, de Pablo Fidalgo.

Todos estábamos enamorados
de las vidas de todos
Había que jugar el partido
para desempatar
 

Nos conocimos y nuestra era la furia y la ternura, estábamos abriendo el cascaron, nos
conocimos en el teatro. De alguna manera empezábamos a vivir. Teníamos ese miedo
que te da el coraje y te abre el camino y eso no es cualquier cosa. Queríamos tomar el
escenario con cuerpos dispuestos y torpes que aún no estaban listos, porque no
entendían nada. Su virtud era en parte esa ignorancia. Evidentemente éramos mucho
más jóvenes. Hoy podemos decir que vivimos y estamos entendiendo algo que en ese
entonces sólo detestábamos.

¿Esa es la adicción de la que nos estamos desprendiendo?

El descontrol, el aferrarse a la vida con las uñas y los dedos sangrando. El dormirnos
con la sensación de desamparo, sintiendo el cuarto demasiado grande y demasiado
frío. Despertar sabiendo que nos habíamos equivocado, pero qué importaba. Y ahora,
al hablar de nuestra amistad en los últimos 15 o 20 años, me di cuenta de que
básicamente sí se jugó el partido, ya lo jugamos, todas contra todos, todos contra
todes… y no me queda claro si ya hubo un desempate, no sé si dejamos de estar
enamorados de las vidas ajenas… no sé si resolvimos ese enamoramiento o lo
echamos a perder.

Hoy recibí este mensaje de mi hermano:
Hermana, lamento decir que murió Rafa, el de doña Ángela, la vecina. Su adicción lo
acabó. Luz para su camino. Descanse en paz. Ya no está sufriendo.

Llevo años atravesada por la palabra adicción. No, no llevo años, llevo una vida entera
bajo la sombra de esa palabra… Que no es una palabra, es una manera de vivir.
Es el terror a las noticias que te llegan de la gente que amas, es la violencia de los ojos inyectados,
es el puño, es la vena, es la pérdida, es el caos, es el llanto, es el pedir mil
y una vez perdón para seguir dañando, es la paranoia, la desconfianza, el grito eufórico
y la noche extendida a todos los días, es acusar, señalar, es el moretón en el ojo y en
las rodillas, es lo indigno, es el mentir para conseguir, es las ganas de que te quieran y
nunca aprender a amar, es exigir todo pero no dar absolutamente nada, es la muerte,
es el extravío y la auto inmolación.

Yo te explico la adicción:
una parte de mi cuerpo y de mi tiempo no dependen de mí

No me prestes tu casa
No acerques tu cuerpo al mío
Ciérrame la puerta en la cara hasta que muera

Hasta que deje de llamar

Y pienso en nuestros cuerpos y pienso en cómo hemos lastimado nuestros cuerpos y
cómo en este momento que hemos cruzado el cuarto piso estamos aprendiendo a dejar
de lastimarnos. Porque solíamos lastimar el cuerpo hasta llegar al corazón e intentar
destazarlo. Solíamos taladrar la mente, llenarla de hoyos y desparramar nuestro ser
buscando que desapareciera.
Lastimarse es ruidoso, caprichoso, es una buena manera de tener una luz cenital solo
para ti. Pero en el drama hay que tener variaciones, porque la audiencia se aburre y
por más profunda que te hagas la herida, si ya pasó tu tiempo, nadie te va a aplaudir…
o bueno, quizá tu madre pero ¿qué pasa con las que no la tenemos ya para solapar nuestra traición a la vida?

Cuando me acerco a ti
solo soy alguien que quiere conseguir algo
pero ni tú ni yo sabemos qué

Curiosamente, con la luna llena pegándome en la espalda, pienso que cruzando el
cuarto piso tenemos la oportunidad de la reconciliación, de sopesar, de mediar, deamar sosegadamente, de abrazar sin juicio,
de conducir las aguas, de controlar el incendio. De pronto pienso que eso puede ser desesperante también.

¿Quién prefiere la calma a la furia? ¿Quién prefiere la madurez a la inocencia?
¿Alguien nota el cambio, alguien nos va a querer así?

Y pienso en el cuerpo del hermano, en el cuerpo del primo, en el cuerpo del amante,
esos cuerpos que están lastimados, tan lastimados, demasiado lastimados y pienso en
la pregunta de cómo vamos a conquistar esa alegría continua, cómo vamos a distinguir
la línea del horizonte, cómo nos vamos a perdonar.

Las vendas no compensan las heridas profundas
Me pregunto cómo será envejecer en este cuerpo vendado

Eso también es una búsqueda, además de la búsqueda de la casa o de la búsqueda de
otros caminos cuando se te cierra la puerta en la cara. Y dentro de estos breves
poemas que escribió Pablo, creo ver una dirección franca, cariñosa y odiosa a la vez,
para responder a la pregunta de quiénes podemos ser. Así como lo hemos intentado en
el teatro desde que éramos unas niñas pequeñas, ignorantes, furiosas y tiernas.

Luisa Pardo Urías
CDMX-Yuxaxino
Agosto 2024