¿Qué hace la persona que está en escena en Lagartijas Tiradas al Sol? ó ¿En que consiste el trabajo del actor?
En el año 2003, me gradué de la escuela de actuación en la Ciudad de México. Ahí se me enseñó que la estructura teatral era piramidal, en dónde el maestro/director estaba en la parte más alta, una especie de todopoderoso. Las actrices, los actores seríamos un complemento de sus ideas y ambiciones. Me enseñaron a representar, a crear personajes, a obedecer, a no opinar de más. En ese mismo 2003, en la misma escuela donde estudié, existía un ciclo de Teatro de Cámara. Se presentarían las Lagartijas Tiradas al Sol, con su primer obra de un título kilométrico: “Esta es la historia de un niño que creció y todavía se acuerda de algunas cosas de su infancia”. Eran Luisa y Gabino. Fui al estreno, ya conocía a Gabino por un amigo en común, pero no a Luisa. Al entrar vi un espacio lleno de objetos personales, ropa, juguetes, mesas, sillas. Luisa sentada en el marco de la ventana, Gabino con una gorra de beisbol y una camisa a cuadros. Esa obra era un collage de textos, principalmente de autores norteamericanos, pero llena de autorreferencias, hablaban de ellos manipulando otras ideas. Ellos habían juntado esos textos, habían producido la obra, la habían dirigido, la actuaban. Ellos habían renunciado a su escuela de Teatro. Ese día me cambió la vida. La pirámide a la cuál ya me asumía como parte, se derrumbaba rápidamente y tenía la posibilidad de cortarle la cabeza a todos esos maestros que me habían privado de todas mis posibilidades, todas esas que desconocía y que acababa de ver frente a mí. Ese día me acerqué a ellos, quería colaborar con LTAS. Ví todas las funciones de esa corta temporada, llegaba temprano y les ayudaba en lo que podía. Luisa y Gabino me apodaron: El optimista. Pocos meses después Gabino me invitaría a actuar en su segundo proyecto “Pía” (2005). Una obra sobre la perdida, el amor, la amistad y el viaje. Un homenaje. Pía había sido muy amiga de Gabino, un amor en secreto. Era claro que lo que hacíamos en escena era representar el amor y el dolor que Gabino sentía por ella. No tenía idea que eso se podía representar. ¿Cómo debía pararme en un escenario, contando una historia ficcionalizada, con un trasfondo real? La idea del teatro, del actor en el teatro, se hizo más compleja, la creación de personaje se veía rebasada por algo más sutil y más potente a la vez. Dejaba atrás lo aprendido en la escuela. Aprendía nuevas cosas. Gabino, a pesar de ser el director, nos dejó dirigir a los demás. El teatro se volvía horizontal por primera vez. El director se volvía un aliado, un complice, un amigo. Todo lo que se decía y se hacía era importante. La obra se volvió personal, entrañable. Las palabras tenían otro tipo de potencia, de importancia. Nada era pequeño. Después de “Pía”, Luisa y Gabino se juntaron de nuevo para hacer “Asalto al agua transparente” (2006) Historia de la depredación del agua en el Valle de México. (La que sigue siendo al día de hoy mi obra favorita) Esa obra delineó lo que sería gran parte de lo que ahora somos, había una preocupación genuina por un asunto que nos afectaba y nos sigue afectando a todos, sin alejarse de un teatro personal. Luisa y Gabino, posicionados cómo ciudadanos, como investigadores, como provocadores, como artistas. Retomando la historia de México. Una que molesta e indigna. Era un llamado a nuestra generación. Ya no eran actores, eran algo más. Creo que ahí cambió la forma en cómo veían y hacían teatro. En cómo convivían con su historia, con sus historias. Después vino “En el mismo barco” (2008). Eramos seis actores en escenas, seis amigos que querían cambiar el mundo y terminaron naufragando. No todos compartíamos las mismas ambiciones e ideas. Ahí nos tomamos un tiempo y cierta distancia. Se necesitaban cambios. Evolución. Sin embargo ese proyecto marcó un buen precedente para el futuro. Usábamos video por primera vez. Años después Luisa y Gabino me invitaron a actuar con ellos en “El Rumor del Incendio” (2010). Querían tocar el tema de las guerrillas en México en los 60, 70, 80´s. Luisa quería hablar de su madre en primera persona, había descubierto su historia. Tenían una gran ambición estética basada en nuevas tecnologías y una apuesta actoral de representación sobre la memoria histórica. En algunas funciones fueron personas o familiares de algunos personajes que interpretamos en la obra. Ese teatro se volvió frontal con el espectador, por primera vez les hablamos a los ojos. Para mí cobraba otra dimensión. Luego “Derretiré con un cerillo la nieve de un volcán” (2013 / Historia del PRI) volvíamos a ser los tres en escena, aunque en un principio fuimos cuatro. La dinámica del montaje era similar a la del Rumor del Incendio, representación de personajes históricos y ficticios y la Historia del Partido. Fue un proyecto y un proceso intenso, que mutó en más de 7 versiones distintas, para terminar en una abstracción en donde volvimos a ser cuatro, otros cuatro. Después nos alejamos, no quedamos tan satisfechos con lo que había pasado con ese proyecto. Vinieron proyectos individuales, cada quien con sus distintas preocupaciones, intereses e ideas, pero la horizontalidad y la colectividad no se alejaban, todos acompañábamos los proyectos de todos de la forma en que fuera posible. Gabino hizo dos proyectos autobiográficos. Catalina (2012) y Monserrat (2013), en donde rebasaba muchas fronteras. Esos dos proyectos me dieron cierta valentía y descaro para querer intentarlo. Decidí hacer mi primer proyecto individual “Está escrita en sus campos” (2014), Historia del Narcotráfico en México. Tenía la intención de recuperar una historia que estaba muy fragmentada, generar un mapa y pensar y cuestionar un fenómeno que nos estaba masacrando. A la par de la Historia del Narcotrafico, contaba la historia del “Tigre”, un rapero y narcomenudista que había sido asesinado en el DF. Yo lo iba a representar a él ocultando mi rostro, yo contaría su historia, cantaría sus raps.
Esta historia fue una construcción de textos basada en hecho reales, como aquellos collages que se hacían en los primeros proyectos del colectivo, pero la presentaba como una historia real. Me interesaba representar a alguien “real” en primera persona, un delincuente quizás, para después develar que yo no era él, que era un actor, para presentar al “Tigre” en video, pero éste a su vez era otro actor.
El proyecto me rebasó en muchos aspectos, me vi ingenuo, pero instaló ideas nuevas, preocupaciones y ambiciones en mí. En ”Ya nada nos dará lo mismo” (2018) mi segundo proyecto escénico renunciaría a la actoralidad, me quedaría en un segundo plano y cuestionaría mi posición cómo artista que se apropia de una historia que no le pertenece. A la vez que presentaría a la protagonista como una proyección. Una protagonista que casi es un fantasma. Una protagonista que no está. Un teatro no-presente. Cuenta la historia de Tita Gutierrez y el asesinato de su hija Elisa en Filipinas hace 10 años. Creo después de estos años que el trabajo del actor en LTAS es el de facilitar dinámicas de convivencia, de colectividad, de horizontalidad arriba y abajo del escenario. Intentar unir puntos que cada vez se alejan más, se aíslan, recuperar los que se van perdiendo. Entender el mundo en el que vivimos día con día e intentar generar un discurso a partir de él. Intentar entendernos. Acompañarnos. La persona que esta en escena en LTAS busca abrir preguntas, generar pensamiento, debate, resistencia a la indiferencia, a la ignorancia. Congregar, compartir a partir de nuestras inseguridades, nuestras fracturas, nuestras inquietudes y nuestra fragilidad. …