Normalistas de familia

Gran parte de mi familia materna fue-es normalista: mi abuelo, mi abuela, mi madre, mis tías. Gente disciplinada, comprometida, creativa, de pensamiento crítico y profundo sentido social.

Cuando mi madre fue presa, torturada y acusada de disolución social y conspiración en 1967, mi abuelo renunció a la dirección de la Normal de Chihuahua pues sus principios no le permitían seguir trabajando al lado de un régimen represor, antidemocrático, sordo, violento.

Eso fue hace 47 años.
La recuperación fue ruda, bruta, casi inaccesible. Muchos dicen Ni Olvido Ni Perdón.

Yo todavía no sé qué decir, porque a veces pienso que para mi madre hubiera sido mejor perdonar, ¿pero cómo? ¿después de toda la violencia de Estado que hubo alrededor de su lucha?.

A mí me queda claro, ahora, que las personas no se organizan para luchar de la nada, que no exponen sus vidas sólo por que sí, que la empatía y el compromiso en países como el nuestro son peligrosos.

Igual que hace 47 años.

Mi familia normalista me ha enseñado muchas cosas, todas son parte fundamental de la búsqueda de la razón, la inteligencia, el desarrollo profundo de lo humano.

Hoy, después de casi 14 años de ausencia de mi madre, se supondría que el hueco en mi corazón debiera estar sanado, cicatrizado. Sin embargo, en momentos como éste, se hace grande, por el desconsuelo y el no entender que la pobreza se agudiza, que la violencia regresa así de cruda, que las fosas clandestinas son cavadas nuevamente -desde hace ya varios años- y que la lucha de tantas generaciones que han buscado la igualdad, la justicia, la libertad de expresión, la paz, la educación de calidad, sigue trunca, sigue siendo violentada, sigue arrasada, sigue dejando huérfanos, hoyos, dolores, más derrotas que victorias.

No caben en mi cabeza las imágenes de las que hablan en la prensa, no caben de lo horribles. ¿Jóvenes normalistas menores de 20 años? ¿Por qué?

¿Todavía hoy pasan estas cosas?

Y a veces me gustaría que mi madre estuviera aquí para que me contara, para que con su inteligencia, su conocimiento de la historia, con su experiencia en el campo, en la lucha, me dijera qué pasa. Porque trabajar, empatizar, estudiar, construir, marchar, organizarnos y alzar la voz parece insuficiente.

Hoy, como hace 47 años, la violencia es sorda, las fosas son profundas.
Luisa/a 10 de octubre de 2014 (en memoria de mi abuela Casiana, normalista, que hoy cumpliría años).